L'esprit de l'escalier

La frase que titula este articulo es una expresión francesa que describe la sensación que tenemos cuando nos viene a la cabeza, demasiado tarde, la acción que deberíamos haber tomado. Fue acuñada por Denis Diderot, el enciclopedista francés, en su Paradoxe sur le Comédien.
La frase se utiliza cuando nos viene a la cabeza un insulto o una réplica ingeniosa demasiado tarde, cuando ya estamos bajando la escalera de la tribuna, habiendo perdido la oportunidad de lanzarlos. Data de la época en que la palabra esprit, que significa espíritu o mente, se usaba comúnmente para designar el ingenio.
La expresión, en general, también puede indicar el estado resultante de la frustración por la falta de respuesta que puede hacer que cualquiera se convierta en la víctima, tanto que es usada en psicología, con la variante de «síndrome de l'escalier».
 
Todo aquello que debe ser dicho, y que por algún motivo u otro, nos vemos imposibilitados de decir en el momento justo. Después, siempre es demasiado tarde, y esa palabra, la palabra justa se convierte en un esfuerzo estéril. No pierdas el tiempo.

Ce.Lo.



"No hay nada malo con los celos. Siempre los considero una marca del amor verdadero. De hecho, mi estimado señor, completan el circulo. Uno no puede estar celoso sin estar enamorado. Estar enamorado es desear y desear es poseer. Y querer poseer es querer proteger. Y querer proteger es sospechar de otros. Y sospechar de otros es ser celoso. Como ve, todo se vincula al amor, la flaqueza mas noble del hombre..."

"The End of the Affair" (1955)

Memorizaré este fragmento. Se que en algun momento cuando tenga que justificar algun tropiezo, me va a ser util...

Gineceo



"Reirse en silencio era la muerte, sobre todo para Ludmilla que cuanto más se tapaba la boca más la nariz le hacia como una corneta de manisero..."

Eyes Wide Open


Una mañana más. Desayuno. Ser civilizadamente higienico. Comenzar el día, bah. Colectivo, practicamente puntual, atendiendo a mi pretensión. Un viaje normal, hasta que cierto sujeto racional (a saber, el colectivero) tuvo la mala idea de cruzarse en el camino de cierto sujeto cavernicola (a saber, conductor de combi infantil). Discusión filosofica ; en realidad monologo de una de las partes. Pasaje alborotado por la situación. Biromes insulsas anotando en papeles insulsos el numero de la patente. ¿Palpito quinielero o vocación ciudadana + denuncia? Vaya uno a saber. Lo anoté, pero para saber a quien no me tengo que cruzar en un dia de furia.

Oftalmologa. Burocracia de mutual. Papeleo concluido. "Tomá asiento que tengo que colocarte unas gotitas", pronuncia la secretaria. Ya el uso del diminutivo, me hizo imaginar que era inversamente proporcional al ardor de esas "gotitas" en mis ojos. Y con mis ojos hay todo un tema. Creo que son mas sensibles que toda mi genitalidad junta. Tal vez por eso, los lentes a modo de barrera profilactica, me alejan del resto del mundo. Y sí, mis dos faroles son caprichosos, timidos y reacios al contacto con lo ajeno. Quizas eso explique mi abono a la miopia, pero bueno, esa no es la cuestión. Un tiempo prudencial ha pasado, y entro triunfalmente al consultorio. Aparentemente la dilatación de mis pupilas es la esperada. Comienza el estudio. Desnudo mis ojos, y timidamente los someto a la luz que desde algun rincon los encandila. Son obligados a mirar en multiples direcciones, mientras esa luz, potenciada por lo cristalino del momento, los señala casi como un dedo acusador. Y todo es parte de un trip lisergico. Lucecitas de colores que no existen, pero están. Concluye la función, y quedo omnubilado. Hello sunshine. Llego a la calle, a la vereda con sus luces. Y el Sol, como en su rincon, sigue condenando a mis ojos. Las pupilas siguen dilatadas. Un hibrido entre zombie y gatito de Shrek, describiria perfectamente mi situación facial. La mañana , sin embargo, propicia una caminata para la vuelta a casa. Y asi sucede. Elijo un camino sin complicaciones; la vista todavia es precaria. Avenida, camino seguro. Los comerciantes, comercian. Los jubilados, en su cola eterna, jubilean. Y yo disimulo mi momentanea ceguera, mirando para abajo, contando las baldosas. Pasan unos minutos, y llego a casa, o ella se acerca a mi. Nunca se sabe. La curiosidad puede más y la foto que por algun lado está, nace. La cámara sin flash. Mis pupilas, lejanas y cansadas, agradecen el trato.
"I just waited a bit,, then turned back to the car, to drive off to wherever it was I was supposed to be..."




Siempre me da cosa terminar un libro. Odié la página 382. No sé si es miedo a los finales, o no es más que un capricho, cierta voluntad de eternidad que no queda más que en eso. Los siento injustos, innecesarios. Es verdad, no podemos prolongar las páginas en un número infinito, pero tampoco es preciso que todo aquello que algún día empieza bautizado con un 1 en algún extremo de la pagina, tenga que terminar de manera irreductible en un numero de más cifras. Las paginas en blanco al final del libro, tal vez constituyan la respuesta a mi intriga. ¿ Están ahí por que el autor se olvido de completarlas? ¿Su existencia radica en nuestra obligación de rellenarlas con lineas inexpertas y burdas? ¿ O acaso el editor decidió injustificadamente gastar papel ? Quizás por eso "Rayuela" de Julito, me cae tan bien. Nunca termina. Es un laberinto de palabras en el que tenemos permiso para perdernos. El final no existe, no es más que una mera ilusión. Uno decide cuando terminar y cuando empezar. No hay motivo para que nadie nos imponga el momento en el cual todo tiene que acabar. No voy a cambiar nada, los libros van a seguir teniendo sus finales, pero tal vez algún día, alguien se anime a escribir lo que ya no puede acabarse...