Supongo que no es recomendable escribir con la cabeza atestada de moco, pero en un Domingo en el que la tarde nada tiene que hacer conmigo, no tengo otra opción. Por otra parte, es bastante claro que todo esto derivará en un conjunto de palabras que no guardan relación alguna entre sí, y que por otro lado, significan poco si se las toma en su generalidad. Nunca pretendí que esto fuera un diario personal o una bitácora de mi viaje hacia Nowhere Land, y no voy a caer en eso por culpa del malestar ; solo escribo por las dudas, por si acaso.

Prefiero los pañuelos de tela a los de papel. Los últimos los considero sucios, y me parece bastante insensato gastar dinero en algo solo para ensuciarlo, y de una vez, tirarlo. OJO, se que en muchos casos no queda otra opción, pero pese a que lo textil en la nariz se asemeje bastante a un cliché burgués, una fastuosa aspiración de clase, los sigo eligiendo.

Ya no tengo ganas de escribir. ¿En que quedó todo? En una absurda confesión sobre mis gustos nasales.

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