En algun momento de nuestras vidas, debemos pasar por ese proceso. Fatidicos son los dias de aquellos que lo tienen que hacer más de una vez en su historia biológica. Hablo de someterse a la "fotocarné" ; confesión fotogénica en la que quedamos expuestos al mundo. Diversos son los motivos por los cuales tenemos que recurrir a ese pequeño cuadrito de 3 x 3 cm en el que nuestras almas quedan atrapadas, tal vez por unos segundos, quizas para toda una eternidad. La realidad se revela cruda e impertinente en ese pequeño espacio. No importa si el fondo es celeste, blanco o es un tapiz persa, el resultado siempre es el mismo, y el fotografo, protagonista necesario de la escena, asume su papel de verdugo estetico. Cada uno de nuestros detalles, defectos y virtudes, quedan ilustrados en ese pequeño rostro, que en muchos casos nos es ajeno. Personas que no se reconocen en su propia foto, e ignoran esa expresión, extraña al mundo que los rodea. ¿Donde van las caras que nunca fueron fotografiadas? No lo sé, existirá un limbo para ellas, o algo parecido, pero tengo la certeza de que las "fotocarné", especies demoniacas, habitan en las profundidades del Averno.
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