"Hacia el final del seminario, se anuda la problemática del dominio y la animalidad desde una imagen que es todo un cuadro político: la escena narrada por Ellenberger, citando a Loisel, en la que el más grande de los reyes, Luis XIV, observa mayestáticamente la disección del más grande de los animales, un paquidermo: "Imaginen bien, figúrense, represéntense –porque todo esto es una representación–, represéntense a la enorme, pesada y pobre bestia, muerta o asesinada vaya a saber cómo, arrastrada no se sabe desde dónde, de lado o de espaldas, hasta una sala solemne, una bestia sin duda ensangrentada, en medio de médicos, cirujanos u otros carniceros armados, impacientes por mostrar lo que saben hacer pero igual de impacientes por ver y por dar a ver lo que iban a ver, temblorosos del deseo de practicar la autopsia, dispuestos a afanarse, a meter la mano, el escalpelo, el hacha o el cuchillo en un gran cuerpo sin defensa" (p.335). El soberano que observa al animal muerto: el dominio del saber-ver que es un poder sobre el otro, y una posibilidad de disponer del otro. La escena de la autopsia es la de una autóptica: hay un ver al animal (el viviente muerto) en esa condición de objeto disponible, un poner "en escena", a la luz, a la vista de todos, aprovechable para la curiositas, al animal.