Levadura. Harina. Un poco de sal, quizás. La alquimia de la cocina, no debería ser tan compleja, por lo menos un Sábado por la noche. La duda adopta un color ocre, y no vive sino en pequeñas burbujas. ¿El fin? Que se magnifique ese proyecto de masa y duplique su tamaño. Las primeras impresiones no son las mejores. No se registra actividad alguna en el bollo que yace. Paciencia. Luego de unos minutos, timidamente asomo el ojo que más ve, pero todo sigue igual. Creo que comeremos panqueques en lugar de pizza. No leva. La mirada inquisidora del resto de la familia es inquietante, y entre ellas se destaca la de mi madre. De soslayo me juzga, lo sé. Tuvo que soportar horas atrás mi soberbia, mi precario "know-how", y ahora se regocija, sabiendo que el fracaso culinario se aproxima. Quedan unos minutos para la definición...
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