La pasta de dientes me dura el doble, y no estás. Esa medida absurda con la que intento calibrar tu ausencia. Mesuro en la realidad alternativa del cuarto de baño los tiempos tontos de nuestra típica convivencia. Y otra marca tuya en el pomo del dentífrico...Esa puta costumbre de apretarlo en el medio sabiendo lo que me hace rezongar. Ahora me doy cuenta que te gustaba verme en esa actitud. Sulfurado y escupiendo el buche matutino, mientras vos sentada sobre la mesada ( y con el culo frio, como te gustaba decir ) te reías, y de a ratos limpiabas el bigotito que te dejaba el café con leche. Chaplinescos en esas mañanas ; rodando una película muda destinada a nunca estrenarse. Sin subtítulos ni aclaraciones. Y tu sonrisa de atorrantita como único efecto especial. Ahora me miro al espejo, y los ojos me quedan grandes.
El baño es un solo reflejo con los azulejos blancos y la luz que sin permiso rebota y rebota, y hace suyo los rincones. Y la ventanita allá arriba, o ventiluz como le gusta llamarlo a mi mamá cuando me visita, le da gala de celda. Celda blanca, mas de loquero que de penitenciaria. Justito al lado del botiquín, el azulejo partido al medio ; ese con el que te cortaste 3 veces y media, antes de darte cuenta que no lo tenias que acariciar. Por suerte esquivo las ojeras, me parece que la genética tiene que ver en eso. Ya bastante pesados se me hacen los ojos, como para cargarlos con esos cortinados de piel hinchada que vaya a saber uno porque aparecen. Cansancio, dice lo populoso de la calle, pero para mi que es otra cosa. Ahí se guardan las imagenes cuando no las queres mandar a la memoria. Así como cuando no te queda mas lugar en el álbum ( si, vos que todavía preferís las cámaras con rollos y el papel ), y pones todas las fotos juntas en el final, hinchando el lomo de esa berretada de plástico. Será que no tengo la costumbre de dejar cosas para más tarde. Lo que veo me lo guardo enseguida, por más que no me sirva. La memoria XL que heredé del abuelo...
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