Monosen Otoño. El patio plagado de jaulas, y entre chillidos confusos toda esa hominidad corrompida. Uno, el más atrevido, asume el techo, y desde la altura intenta dominar la situacion. Su contradictor, el necesario para afirmar su poder, muerde una manzana desde lo bajo. Lo desafia, tal vez sin pretenderlo. Sabe que la desea, y sus encias palidas en un comienzo, se inyectan de sangre. Masturbarse mientras ve una imagen a escala de la evolución del hombre ; costumbre que nunca pudo obviar...
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